"(...) los vivos son los protagonistas de la «Tradición» y no los antepasados muertos. Cuando hablamos de la «Tradición» de un pueblo o de una comunidad cualquiera, el papel activo está en los que la reciben, más que en los antepasados; y este protagonismo del que recibe lo que le entregan sus antepasados es decisivo para entender el sentido dinámico de la Tradición, con lo que ésta supone de Progreso. En efecto, quien acepta lo entregado por los antepasados no deja de dominarlo él, pues lo hace suyo, y no puede menos de modificarlo y mejorarlo, adaptándolo a los nuevos tiempos, y en eso consiste, precisamente, el verdadero Progreso: en la adaptación, viva porque fecunda, de lo que se toma libremente de los mayores para transmitirlo, a su vez, a los sucesores, enriquecido".
Álvaro d'Ors, "Cambio y Tradición", Verbo, 1985, p. 114.