martes, 28 de febrero de 2017

Defensa de los historiadores

Desde hace dos semanas, cada día asistimos en las páginas del Diario de Noticias y de Naiz a un debate acerca del Carlismo, promovido por socios del Ateneo Basilio Lacort. Sin embargo, sus textos, publicados en forma de tribuna y cartas al director, no son un mero ataque contra los antiguos carlistas. Entre las trampas tendidas por los ateneístas para crear una polémica desde la nada, subyace la nociva pretensión de poner el saber histórico al servicio de su ideología. 

En realidad, el auténtico historiador no es el ideólogo con el que cada partido se dota de un barniz cultural. Tampoco es el fanático que busca en los archivos documentos que, sibilinamente contextualizados, apoyan su causa ideológica. Por supuesto, dista mucho de ser el aficionado que, presa de su ignorancia, sin mala intención, juzga con displicencia a la historia y sus protagonistas.

El historiador es un hombre poseído de una vocación humanista. Sabe lo suficiente acerca del ser humano como para respetar el pasado. Vive consagrado a su estudio. Interviene en congresos y foros académicos, participa en publicaciones científicas y escribe libros que arrojan luz sobre un período determinado de la historia. A veces ejerce la docencia sobre aquello que conoce. En ocasiones colabora también en los periódicos, ya sea mediante páginas o tribunas dedicadas a la historia.

En nuestro tiempo, el historiador tiene algo de rebelde, pero no porque utilice la historia como arma, sino porque está en guerra continua contra los escépticos que niegan la posibilidad de conocer el pasado. Tampoco se puede desdeñar su vocación de aventurero metido en mil barros para rescatar la verdad. La dificultad de este trabajo le exige una rigurosa preparación.

Por supuesto, el historiador puede pertenecer a un partido, o profesar una ideología. Sin embargo, su respeto por el pasado le obliga a dejar sus preferencias en la puerta del archivo. En realidad, no hay historia carlista o anti-carlista, abertzale o españolista. Existe, parafraseando a Juan Pablo Fusi, buena o mala Historia.



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