En una mañana he escuchado el mismo argumento
dos veces, sobre dos asuntos distintos: “Para responder a las necesidades del consumidor”. En un
reportaje sobre la apertura de un Carrefour las veinticuatro horas del día los
siete días de la semana, la empresa francesa daba el argumento de que lo hacía “por
el bien del consumidor”. Hablando con una profesora de instituto, le preguntaba
sobre el cambio de libros de texto cada año, y me contestaba que las
editoriales esgrimen el argumento de que cada año adaptan mejor los contenidos
a los estudiantes. Todo por el bien del consumidor.
Sin ánimo de caer en acusaciones ideológicas,
ya me empieza a escamar esto de “las necesidades del consumidor”. En primer lugar, porque
es seguro que el gran beneficio lo obtienen los centros comerciales –a
Carrefour lo definía El País como empresa “defensora
histórica de la liberalización del horario comercial”- y las editoriales
que obligan cada año a los padres a cambiar los libros, dificultando, por cierto,
que estos se hereden entre hermanos, primos, familias amigas y vecinos. No entraremos
en esta ocasión al tema de los precios de los libros de texto, que requiere
capítulo aparte.
En segundo lugar, visto el beneficio que
obtienen los centros comerciales 24h y las editoriales, que está muy bien que
lo obtengan, nos planteamos: ¿Obtienen
beneficios los consumidores? Y, más concretamente, ¿quiénes son los
consumidores?
“Por las necesidades del consumidor”, dicen, pero
tanto un caso como el otro plantean problemas. Con respecto a los centros
comerciales, un argumento en contra de la apertura las 24h –y también de la
apertura dominical- es el perjuicio que causa esta medida a los pequeños y
medianos propietarios, que no pueden participar en igualdad de condiciones con
respecto a las grandes superficies. ¿Es que los propietarios y trabajadores de
los pequeños y medianos comercios son una especie aparte del resto de la
sociedad? ¿Es que no son también consumidores?
Con respecto a los libros de texto: ¿Tanto cambian los contenidos de un año para otro? ¿Tanto cambia, por ejemplo, la asignatura de Historia? ¿Acaso es un bien para los consumidores el gasto exagerado que tienen que realizar las familias? ¿Es que las familias son una especie diferente de resto de la sociedad?
No entraremos tampoco, en esta ocasión, en las dificultades a las que se
enfrentan las familias numerosas, porque también merece esto capítulo aparte.
Cada vez molesta
más este “responder a las necesidades del consumidor”. ¿Piensan que somos bobos los consumidores?
No, por eso vamos a defendernos, entre todos,
porque esto requiere el concurso de todos. Siempre es posible hacer la compra
por la mañana y por la tarde, los días de labor; en vez de por la noche y el
domingo. Como se ha hecho siempre.
Puede ser posible convencer al profesor/colegio -recordándoles que también forman parte de la sociedad- para hacer frente a las editoriales y que hagan propuestas educativas de calidad
sin cambiar los libros cada año, así como cabe la posibilidad, ya se está
haciendo, de que los padres se organicen para hacer trueques o regalar libros.
Un último detalle. Cuando el PP de Madrid
aprobó la ley que permite abrir a las empresas todos los días del año, sus
portavoces hablaban de “libertad de los comerciantes”, “liberalización de los
horarios” y que no obligaban a nadie a abrir todos los días. Hoy, como ayer,
siguen invocando la libertad para cometer tropelías. Y curiosamente hoy, como
ayer, la respuesta social vuelve a enfocarse en la generosidad y el trabajo en
común de todos los vecinos. La victoria depende de que todos estemos
concienciados.
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