Hoy hemos amanecido con la
noticia de la muerte de Miguel Garisoain, jefe de carlistas navarros. Que Dios
lo tenga en su Gloria.
El pasado 8 de julio había fallecido su
esposa, María Eugenia. Con ella le vimos muchas veces en primera línea, en los
actos que organizaba la Comunión Tradicionalista Carlista, sin importar el
frío, la lluvia o cualquier adversidad que se presentase. Toda su trayectoria
política, en cualquiera de los cargos que ocupó, fue sinónimo de lealtad a los
principios de la causa: Dios, Patria y Rey.
Miguel Garisoain deja tras de sí
una familia extensísima, fruto de una vida entera de servicio. Este patriota
navarro tuvo una vida fecunda. Desde primera hora de la mañana hemos recibido
el testimonio de militantes que reconocen el trabajo de Miguel Garisoain, jefe
de carlistas. Trabajó por la unidad e inspiró el respeto de sus correligionarios,
que hoy, por una parte, lamentamos su muerte y, por otra, celebramos su llegada
a la casa eterna.
El amor a la tradición tiene que
ver con la esperanza que nos han dejado hombres como Miguel. Como
otros que fueron antes que él, conocía el resultado final, sabía de la victoria
de Cristo. Entre las anécdotas que recordamos hoy, está el haber asistido con
él y su hijo Javier, después de una manifestación contra el aborto, en un
pequeño bar de Pamplona, a la elección de un nuevo Papa de la Iglesia: Francisco.
La tradición vive en el agradecimiento a los que fueron, a los que amaron antes que nosotros. Inmensamente
agradecidos, este grupo de carlistas quiere seguir recordando a este hombre
fuerte cada vez que, como manda la Ordenanza, como si de una oración se
tratara, el grito de los patriotas prenda fuego en el aire: ¡Viva España!
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