domingo, 22 de marzo de 2015

Algo sobre el estilo carlista y la simpatía

Los carlistas de Navarra contamos con un gran número de simpatizantes. Son muchos los vecinos que al ver nuestras boinas rojas y la Cruz de San Andrés nos paran, se interesan y preguntan por nuestros planes futuros. Reconocen en nosotros lo que fueron sus padres y sus abuelos, que motivados por un infinito amor a Dios, a su tierra y a sus familias estuvieron dispuestos a dar su vida. ¡Cuántos carlistas navarros encarcelados y muertos en combate! ¡Cuántos perdieron bienes materiales y comodidades para mantener la Causa! ¡Cuánta nobleza!

Vamos por la calle y nos preguntan con cariño: ¿Adónde vais, carlistas? La semana pasada comentaba un joven militante que un señor que le vio poner una pegatina le había parado y se había identificado como simpatizante: ¡Ánimo chavales! Con gozo comentamos luego estas anécdotas y nos alegramos de que nuestros simpatizantes sean gente normal y corriente, gente que vive al margen de los círculos de poder y las asquerosas y enrevesadas estrategias de los partidos.


Todo esto lo describe y razona muy bien Manuel de Santa Cruz en su trabajo “El estilo de los carlistas”:

“Los carlistas no son aficionados a sutilezas ni a enredos políticos, Al pan, pan; y al vino, vino. Les molesta el narcisismo intelectual de los heterodoxos que tratan de involucrarles en lo complicado e inseguro. La sencillez y la lealtad favorecen la caballerosidad, que siempre ha sido celosamente cultivada en las filas de la Tradición. Esto les diferencia de las izquierdas, que no tienen sentido del honor. Siempre han despreciado la táctica inmoral, que muchos presentan como si fuera una maravillosa obra de orfebrería, de infiltrarse (como el cuco en el nido ajeno) para influir, instrumentalizando recursos y posibilidades ajenas, como una traición. La fidelidad a la palabra dada, a veces entendida de una forma un tanto positivista, es parte de la caballerosidad, sostiene la intransigencia y bloquea algunas maniobras políticas. La aversión de los carlistas a algunos altos perjuros no se debe tanto a las discrepancias políticas estrictas, y a las vinculaciones familiares, como al hecho del perjurio en sí mismo.

(…)

No se libran los carlistas de las cruces de esta vida, Pero les llevan más a la tristeza que a la amargura. Su religiosidad y temperamento mencionados hacen que el porcentaje de amargados sea en los círculos tradicionalistas inferior al que hay entre las izquierdas, donde los amargados abundan, probablemente más por razones de conciencia ocultos que por otros de índole política. La izquierda es el espacio de los amargados y el Carlismo el de los “salaos”, protagonistas de incesantes anécdotas.

Nuestros amigos disfrutan de las simpatías de una buena parte de la masa neutra y pasiva de los espectadores, que les consideran paternalmente como pintorescos. El carlista es el grupo político que con respecto al número de afiliados tiene un mayor porcentaje de simpatizantes externos incontrolados”.

(Manuel de Santa Cruz: “El estilo de los carlistas”. En A los 175 años de carlismo. M. Ayuso ed., Itinerarios, Madrid 2011, pp. 27-39).

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